-¡Mi-mia! –dijo Shouta señalando a un pequeño bulto al lado de un banco.
-¿Qué es, pequeño? –preguntó Sasuke acercándose con la sillita.
Ambos se quedaron mirando aquel bulto gris y pequeño. Si Sakura estuviera allí seguramente ya lo habría movido o cogido. La verdad es que no podía llamarle al hospital (por muchas ganas que tuviera) y preguntarle qué hacer. Sonrió. Era la primera vez, creía, que Shouta y él iban al parque de los cerezos sin ella, pero no pudo de ser de otra manera ya que a Sakura le había surgido un imprevisto y se tuvo que marchar a trabajar, dejando al pequeño a cargo de Sasuke en su día libre. Fue un golpe de mala suerte. En realidad, querría haber pasado su día libre con ella…
El caso es que, en el tiempo en el que Sasuke estuvo pensando en ello, un par de ojos grises azulados se posó sobre Shouta y él. ¡El bulto se había convertido en un precioso cachorro de Dogo alemán!
El pelinegro se sorprendió al ver una raza de perro tan poco común en Japón, mientras que a Shouta se le iluminó el rostro, y con una sonrisa y los brazos extendidos hacia el cachorro, gritaba:
-¡Perito! ¡Perito! –gritaba una y otra vez, abriendo y cerrando las manos, haciendo que el perro ladrara feliz moviendo la cola.
Sasuke sonrió. Cogió al perro entre sus manos y lo observó. Era muy bonito, de piel gris y suave, pero estaba hambriento, supuso el pelinegro, ya que se le notaban las costillas a ambos costados. También supuso que no tenía dueño porque no tenía collar y estaba bastante sucio. Aun así, el animalito le miraba con ojos alegres y con la lengua fuera, jadeando contento.
Sasuke torció el gesto sin saber muy bien qué hacer. Así que lo volvió a poner en el suelo. De repente, pegó un aullido de dolor. El pelinegro se sobresaltó y volvió a cogerlo rápidamente. Se dio cuenta de que tenía una profunda herida en una de las patas traseras. El pobre gemía de dolor.
Sasuke sintió la manita de Shouta tirándole del abrigo. Sasuke lo miró y se encontró con la mirada preocupada del pequeño.
-Perito malito, perito malito –dijo con lágrimas en los ojos.
Sasuke sujetó con un brazo al perro y después se inclinó hacia el pequeño y con un dedo le limpió las lágrimas. Regalándole una sonrisa tranquilizadora, dijo:
-Sí, el perrito está malito pero papá lo llevará con su amigo médico para que se ponga bueno, ¿vale? –dijo el pelinegro calmándole al instante- ¿No ves? No hay necesidad de llorar –dijo sacándole una amplia sonrisa al pequeño.
Y con el cachorrito a buen resguardo entre los barzos de Shouta, se dirigieron a la clínica veterinaria de Juugo.
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-Eso es, chiquitín –dijo Juugo sonriente terminando de vendar la pata del cachorro después de haberlo bañado cuidadosamente- Dentro de unas semanas estarás estupendamente –finalizó dándole unas palmaditas en la cabeza mientras que comía de un comendero para perros encima de una mesa médica.
Shouta imitó a Juugo pero después comenzó a coger la comida para perros entre sus manitas con clara intención de comérsela. Entonces Sasuke le cogió en brazos y diciéndole cariñosamente al pequeño que no podía comerse eso, le quitó las bolitas de comida de las manos. Juugo, que estaba lavándose las manos, se acercó a ellos.
-Has tenido suerte, Sasuke –dijo mirándole de reojo- Mira que encontrarte con un perro de tu raza favorita aquí, con lo poco común que es… Es un buen regalo de Navidad, ¿no crees? –preguntó sonriente recordando que ya estaban a inicios de diciembre.
-Ya… Pero no estoy seguro de quedármelo. Tendría que hablarlo primero con Sakura –contestó el pelinegro mirando como si fuera un niño al cachorro. Siempre había deseado tener un Dogo alemán pero sus padres nunca le dejaron. Ahora que tenía la oportunidad debía contar con la aprobación de Sakura y tener en cuenta que vivía con un infante de unos tres años.
-Por cierto, ¿dónde está Sakura? –preguntó interesado Juugo al escuchar su nombre.
Sasuke salió de sus cavilaciones y prestó atención a lo que su amigo le preguntó. Casi se había olvidado de que Juugo posiblemente (por no decir, seguro) estaba tras la pelirrosa.
-Está en el hospital –respondió Sasuke mirándolo fijamente- Trabajando; le ha surgido una emergencia –finalizó analizando la reacción del pelinaranja.
-Vaya… Es una pena –dijo Juugo acariciando al perrito desinterasadamente.
-Sí… Toda una pena –respondió Sasuke mirándole de reojo- Con las ganas que ella tenía de pasar el día con Shouta y conmigo –dijo con malicia, sonriendo con disimulo. Al parecer, su intento de molestar a Juugo había funcionado. El pelinaranja frunció el ceño- ¿Qué pasa? Pareces molesto –continuó forzando Sasuke- ¿Puede ser que tú también querías verla? –preguntó dispuesto a hacer hablar a su amigo sobre ello.
Vio cómo Juugo abrió los ojos con sorpresa al escuchar la insinuación de Sasuke. El pelinegro sonrió con sorna mientras dejaba a Shouta en la mesa de nuevo con el perro, quien ya había acabado de comer y ahora descansaba. El pequeño se posicionó a su lado y después apoyó su cabecita en la barriga del perrito. Rodeó su cuerpo con sus bracitos y cerró los ojos. A los pocos segundos ya estaba acompañando al cachorro en su agradable siesta.
-Sasuke, yo… -comenzó a decir Juugo sin saber muy bien cómo decirle que le gustaba la misma persona que a él también le gustaba.
-Vamos, Juugo, a quien pretendes engañar. Nos conocemos desde hace mucho tiempo y creo que te conozco lo suficientemente bien como para saber que te gusta Sakura. Además, se nota muchísimo. Tanto como en la noche de Halloween como hace rato cuando llegué aquí, se notaba a kilómetros. ¿O acaso piensas que no me había dado cuenta del cambio en tu cara en cuanto entré sin Sakura a mi lado? ¡Parecía como si yo no fuera la gran cosa! –dijo soltando una risa abrupta.
-Así que ya lo sabías… Lo siento de verás –dijo un tanto avergonzado pero a la vez aliviado, sintiendo que se había quitado un gran peso de encima.
-Desgraciadamente, sí, ya me había dado cuenta… Pero creo que no se le puede hacer nada. Después de todo, ya sabía que esa molestia me iba a traer muchos problemas –dijo sonriendo de lado.
Juugo se dio cuenta de la mirada bobalicona y feliz de su amigo, justamente la misma que él tenía cuando pensaba en la pelirrosa. Pero en el pelinegro se veía más sorprendente porque nunca le había visto así por una mujer.
-Tú estás realmente enamorado de ella, ¿no es así? –afirmó Juugo.
-¿Tanto se nota? –preguntó el pelinegro mientras le miraba amablemente.
Juugo bajó la mirada y poco culpable de estar entrometiéndose en medio de la vida amorosa de su amigo, quien había hecho maravillas por él para que pudiese finalizar sus estudios y abrir su propia clínica veterinaria. Le debía mucho y aun así él estaba tratando de quitarle a la mujer que amaba. Sintió las manos de Sasuke en sus hombros y levantó la cabeza, encontrándose con los desenfadados ojos ónices del pelinegro.
-Juugo, no te culpes por lo que está pasando. No tienes la culpa de haberte enamorado de Sakura. No estoy para nada enfadado contigo. Tampoco soy partidario de perder un amigo por una mujer –dijo sonriéndole franco.
-Gracias, tenía miedo de que perdiésemos nuestra amistad si te contaba la verdad –agradeció poniendo sus manos en los hombros de Sasuke, en gesto de amistad. La sonrisa de Sasuke se hizo más grande.
-Eso sí… Que te haya dicho esto no quiere decir que deje de pelear por Sakura. Todo lo contrario: me voy a esforzar mucho más –dijo a modo de juego el pelinegro.
-Pues que gane el mejor entonces –secundó de la misma manera Juugo, mirándose el uno al otro con miradas retadoras.
Unos momentos después se echaron a reir divertidos. Se volvieron a mirar sonrientes y después se dieron la mano, sentenciando así su competición.
-La verdad es que si tuviera que elegir entre tú y Sasori, sólo en el caso de que ella no me eligiera a mí, sin ninguna duda prefieron que tú te quedes con ella –dijo en tono burlón Sasuke.
-¿También te has dado cuenta sobre Sasori? –preguntó Juugo.
-Bueno, es que resulta que es el mejor amigo de la infancia de Sakura y el día en que nos conocimos me confesó sus sentimientos por ella y nos declaramos la guerra, literalmente –explicó Sasuke a su amigo mientras recordaba con enojo- No sé si es porque no le conozco mucho o yo que sé, pero el caso es que no quiero que Sakura se quede con él –murmuró enojado.
-Ajá, la verdad es que yo tampoco, pero no parece mala persona –dijo Juugo pensativo.
-Como sea –respondió frunciendo levemente el entrecejo. ¿Todo el mundo estaba de parte del pelirrojo o qué? Naruto y ahora Juugo… ¿Pero qué demonios?
-¿Y al final qué vas a hacer? Te quedarás con el perro, ¿no? –preguntó Juugo cambiando de tema.
-Sí, está bien. Ya veré lo que le digo a Sakura para quedárnoslo –aceptó entusiasmado el pelinegro mientras acariciaba la suave frente del cachorrito con su dedo índice.
-A lo mejor hasta no hace falta que le digas nada. Seguramente le guste –inquirió sin ningún rastro de duda en su tono de voz.
-Eso espero –suspiró Sasuke. Decidió hacer una foto de Shouta y él durmiendo juntos. Le pareció que ha Sakura le podría gustar. También podría funcionar como soborno…
En ese momento entró en la sala Chiharu, con su sonrisa radiante y alegre.
-¡Ohio gosaimasu! –saludó alargando la última sílaba. Parecía una niña pequeña que llegaba contenta al colegío para ver a sus amigos- ¡Vaya! ¡Pero qué tenemos aquí! Al pequeñajo, a Sasuke, y… ¡a una monada! –dijo animada mientras hacía despertar a Shouta y al cachorro de su corto sueño. Ambos se contentaron al verla: uno por la energía y alegría que la chica despedía y otro porque ya la conocía de antes- Me alegro de veros, chicos. ¿Es tuyo, Sasuke? –preguntó acariciando al cachorrito de Dogo alemán.
-Sí, bueno… Lo hemos encontrado abandonado en un parque y por eso lo hemos traído aquí. Supongo que me lo quedaré –respondió todavía un poco inseguro.
-¡Pues qué bien! Un perro como éste no se encuentra muy amenudo. Ahora mismo vengo y compruebo si está vacunado o no –dijo entrando en una sala contigua.
-Parece que se ha levantado de buen humor… Me sorprende la confianza que os tenéis. Chi-chan no es del tipo de persona que se abre tan rápido a otras –inquirió Juugo pensativo.
-Puede que tengamos algo en común –dijo en tono bajo Sasuke, mirándole de reojo.
En el momento en el que Juugo miró a Sasuke sin comprender, Chiharu entró vestida con una bata blanca- Bueno, ¡manos a la obra! –exclamó poniéndose unos guantes de plástico.
Después de examinar al perrito y haberle puesto las vacunas correspondientes, Sasuke, Shouta y su nuevo amiguito de cuatro patas, se dispusieron a salir.
-Antes de que os vayáis, os vamos a dar un pack completo para perros, para que a la monada no le falte de nada –dijo Chiharu sacando una gran bolsa con varios complementos para perros, incluyendo una cama y una bolsa de comida.
-Gracias –respondió Sasuke cogiendo con una sonrisa la bolsa. Le emocionaba tener perro. (¡Kyaaaa! Me imagino a Sasuke en esta escena y me lo como con patatas fritas xD ¡Es como un niño pequeño haciendo su sueño realidad!)
-Esperamos veros por aquí más amenudo, ya que nosotros nos encargaremos de revisar el crecimiento y la salud del pequeñín –dijo sonriente Juugo.
-De acuerdo –aceptó satisfecho el pelinegro- A ver si la próxima vez Sakura puede venir –dijo mirando al pelinaranja divertido.
Juugo se puso colorado y no dijo nada. Chiharu los miró extrañada. Pero se extrañó y sorprendió aun más cuando Sasuke se acercó a ella y le dio un pequeño beso en la mejilla.
-Espero que podamos hablar otra vez, Chiharu –dijo sonriendo triunfante mientras ella se ponía roja como un tomate.
Después se fijó en que el pelinegro le guiñaba un ojo y le señalaba disimuladamente que mirara hacia Juugo. El pelinaranja estaba sorprendido y… ¿molesto? La chica se sorprendió ante aquella reacción de su amigo.
Sasuke se despidió de ellos con un gesto de manos y una mirada significativa hacia Chiharu.
-¿Qué ha sido eso? –preguntó autoritario Juugo. No sabía por qué le molestaba que Sasuke y Chi-chan tuvieran tanta confianza. Estaba comenzando a pensar que le molestaba más que verlo junto a Sakura.
-¡Oh, vamos, Juugo-kun! Somos amigos –respondió juguetona Chiharu mientras desaparecía de su vista, dejando a su amigo muy desconcertado.
Aquel angelical e irresistible pelinegro era muy inteligente. Hacer que Juugo se pusiera celoso por un gesto tan vanal para ir alejándolo de Sakura e ir desviándolo hacia los brazos de Chiharu había sido algo que ella nunca hubiera podido planear.
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-Ya está –dijo Sasuke terminando de abrochar el collar azul alrededor del cuello del cachorro.
Shouta aplaudió contento. Sasuke dejó al perro en el suelo y lo miró. Ya lo consideraba suyo, aunque no estuviera decidido todavía. Cogió entre sus dedos el pequeño colgante en forma de huella de perro que colgaba del collar. Dentro se debía poner el nombre del perro, el cual todavía no sabía.
De repente, la puerta de entrada se abrió, dejando entrar a la pelirrosa cargando con bastante papeleo y algunas bolsas del supermercado. Sasuke se levantó en seguida del sofá y le cogió las bolsas para quitarle peso de encima.
-Gracias y tadaima –saludó Sakura cariñosamente al ver al pelinegro.
-Okaeri –respondió sonriente acercando su cara a la suya para darle un beso.
-¡Guau! –ladró el cachorro al lado de Sasuke.
Sakura giró inmediatamente la cabeza hasta dar con la pequeña masa gris que se encontraba removiéndose en el suelo. Sasuke cerró los ojos, esperando la peor de las reacciones…
-¡Perito! ¡Perito! –decía Shouta mientras gateaba hacia el perro. Cuando vio a Sakura, sonrió y abrazó a su nuevo amigo.
-¡No me lo puedo creer! –gritó Sakura. Sasuke quería desaparecer- ¡Pero qué monada! –gritó entusiasmada Sakura dejando rápidamente el papeleo encima de la mesilla de la entrada y agachándose para coger al cachorro.
-Te juro que lo hemos encontrado abandonado… No es que me lo fuera a quedar sin tu permiso, pero… -comenzó a excusarse Sasuke nervioso. Pero después procesó la información de lo que estaba viendo y se quedó en shock- Espera, pero qué… ¿Te gusta? –preguntó dándose cuenta del verdadero motivo de los gritos de Sakura.
-¿Nos lo podemos quedar, Sasuke? –preguntó Sakura sin haberle escuchado. El cachorrito le lamía la mejilla con su pequeña lengua.
-Ah… -exhaló sorprendido el pelinegro. Después vio que los tres (Sakura, Shouta y el perro) le miraban con ojitos suplicantes. Sasuke sonrió aliviado- Pues claro que sí… Yo soy el primero en querer quedármelo –dijo encaminándose hacia la cocina para dejar las bolsas encima de la encimera y comenzó a colocar la compra. Parecía que la pelirrosa se había pasado por el supermercado antes de llegar.
-¿Has oído Shou-chan? ¡Tenemos un perrito! –exclamó contenta Sakura cogiéndolo a los dos en brazos.
-¡Perito, perito!
-Gracias, Sasuke –dijo acercándose a él, dándole el beso que antes no pudieron acabar. Sasuke sonrió y siguió colocando la compra.
-Siempre he querido tener un perro, sobre todo, un Dogo alemán como él. Temía que tú no quisieras tenerlo, pero parecía que me equivocaba… Debí haberle hecho caso a Juugo –dijo sonriendo de lado.
-¿Juugo-san? ¿Habéis ido a su clínica? –preguntó Sakura.
-Sí, él y Chiharu se van a encargar de su revisión. También nos han dado todo para su cuidado –dijo refiriéndose al cachorrito.
-¡Genial! Después le llamaré para darle las gracias por haber cuidado de Orus –dijo acariciando con su mejilla la cabeza del perro.
-¿Orus? –preguntó Sasuke mirándola.
-¿Es bonito, verdad? ¡Me ha parecido que le puede pegar ese nombre! Después de todo, cuando crezca va a ser como un caballo y hará honor al sentimiento del nombre –explicó Sakura alegre.
-Sí, me gusta. Suena fuerte y decidido, y parece que le gusta a él también –señaló Sasuke viendo la reacción entusiasta del perro.
-¡Listo! Te llamarás Orus –afirmó decidida Sakura.
-¡Oru, Oru! –repitió Shouta.
-¡Guau, guau! –secundó con sus ladridos Orus.
-Jajaja, vamos a escribirlo en el colgante, Shou-chan –rio Sakura mientras se encaminaba hacia la zona del salón.
Sasuke sonrió. Lo que había comenzado por dos compañeros de piso que se odiaban, ahora se estaba convirtiendo en una familia. Era reconfortante saber que tu vida se va llenando poco a poco de personas que te quieren y que tú quieres.
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Orus fue muy bien recibido por ambas familias. Tanto los Uchiha como los Haruno habían tratado con cariño y amabilidad al cachorro desde el primer momento. Por otra parte, a Konan y Pain le pareció bien que su hijo conviviera con un perro para que no tuviera problemas cuando creciera con los animales. Naruto le propuso a Hinata que tuvieran un perro cuando se casaran, emocionado como un niño chico ante esa posibilidad.
Hasta los medios de comunicación se volvieron locos al enterarse de que Sasuke Uchiha tenía perro y no dejaban pasar la oportunidad de fotografiarlo con Orus, al igual que pasaba con Sakura. Y cuando aparecían ambos junto Shouta y Orus dando un paseo, la gente enloquecía. Estaban en portadas de revistas, periódicos y hasta salían en la televisión. Sasuke y Sakura, cansados, sonreían ante la estúpidez de sacar a pasear un perro y que te siguiera todos los medios de comunicación del país. Por eso, decidieron ir a pasear al parque de los cerezos cada vez que pudieran.
Orus ya se había recuperado de su herida y cada día que pasaba estaba más sano y feliz con su nueva familia. Incluso, aunque hubieran pasado solo unas semanas, se podía observar que estaba más grande.
Mientras todo esto pasaba, la ciudad de Tokio, así como todo el mundo, se estaba preparando para la Navidad. Se esperaba que nevara para aquellas fechas y, de hecho, nevó. Se respiraba un aire acogedor y cálido por toda la ciudad: la gente comprando regalos para sus seres queridos, se escuchaban canciones típicas navideñas, luces de colores por las calles…
-Una bonita época para declararse, ¿verdad, Naruto? –dijo Sasuke mirándo sonriente a un escaparate lleno de joyas y objetos preciosos.
-¡¿Qué?! –se sobresaltó el rubio al escucharle- ¿Que vas a hacer el qué? ¡No me lo puedo creer! ¡Sí, por fin! –gritó Naruto lleno de alegría.
-¿Por fin, qué? –preguntó alzando una ceja el pelinegro.
-¡Que te vayas a declarar a Sakura-chan! ¿Cuándo lo vas a hacer? –preguntó atrayéndolo hacía él rodeándolo por el cuello.
-Pensaba hacerlo en la casa rural de tus padres en Sapporo –dijo Sasuke en voz baja, avergonzado por afirmar sus intenciones para con Sakura.
-¡Buena idea! Estaremos todos allí y lo celebraremos, ¿qué te parece? –preguntó entusiasmado, teniendo como respuesta el ceño fruncido de Sasuke y su conocido monosílabo- Y bueno, ¿qué le vas a regalar?
-Para eso te he pedido que me acompañes, dobe. Tú ya te has visto en una situación parecida a ésta, por eso quiero que me aconsejes –pidió decidido Sasuke.
Naruto sonrió contento. Por supuesto que iba a ayudar a su mejor amigo. Quería ver las caras de las cuatro familias (Uchiha, Haruno, Namikaze e Hyuuga) cuando Sasuke y Sakura anunciasen que estaban saliendo formalmente…
Los padres de Naruto, Minato y Kushina, habían invitado a todas las familias amigas a que pasaran las Navidades todos juntos en la gran y hermosa casa (mansión, mejor dicho xP) rural que los Namikaze tenían para pasar las avacaciones de invierno allí. El padre del rubio había sido por varios años seguidos el alcalde de Tokio y un reconocido político en Japón, por eso eran una familia muy conocida y famosa en el país.
-¡Vamos, teme! Estás con el mejor consejero de todo Japón. Busquemos algo precioso para Sakura-chan… y de paso a ver si encuentro algo para Hina-chan –dijo con cara culpable.
-O sea que todavía no le has comprado nada a tu prometida. Te está bien empleado, baka –respondió Sasuke con media sonrisa arrogante mientras entraban en la joyería.
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-Vale, papá. Nos vemos en Sapporo. Sayonara. Yo también os quiero –despidió Sakura a su padre por teléfono.
Dejó su móvil en la mesilla que estaba al lado de su cama y continuó haciendo el equipaje. Shouta y Orus estaban jugando en el suelo, cerca del ventanal del cuarto de Sakura.
La pelirrosa se paró un momento a mirar un paquete que había sobre la cama. Lo tocó levemente con las yemas de los dedos, con gesto preocupado.
-Espero que le guste –dijo en un susurro para sí misma. Después, lo metió debajo de la ropa que ya había puesto dentro de la maleta.
En ese momento, el timbre de la puerta sonó. Sakura supuso que sería Hinata. Su amiga había dicho que aquella tarde iría a ayudarla con el equipaje, ya que ella lo había preparado todo.
-¡Hinata! ¡Pasa! –saludó Sakura sonriente abriendo la puerta.
La pelinegra pasó y ambas se abrazaron como saludo. Mientras charlaban llegaron a la habitación de Sakura, siendo recibidas por unos alegres Shouta y Orus. Hinata los saludó y después comenzó a ayudar a su amiga.
-¿Van a venir Sasori, Juugo y Chiharu? –preguntó Hinata con doble intención.
-No. Sasori va a pasar las Navidades con su familia y después tiene que ir de viaje de trabajo a Londres; Juugo y Chiharu harán lo mismo, así que no pueden venir –explicó Sakura doblando una camiseta.
-Ah… -exclamó indiferente Hinata, sonriendo para sus adentros. Sasuke tendrá por fin una oportunidad- ¿Vas a regalarle algo a Sasuke?
-Sí… Pero es secreto –respondió Sakura mirándola divertida con un dedo sobre su boca.
Hinata sonrió de vuelta- ¿Y? Ya tendrás claro lo que sientes por Sasuke, supongo –dijo Hinata.
-… -Sakura siguió metiendo ropa en la maleta- Ahora mismo me late desesperadamente el corazón por saber que en cualquier momento podría entrar por la puerta, sonriendo, y darme el beso que siempre me da cuando llega… No sé lo que somos, solo sé que no somos unos simples compañeros de piso. Al menos, ya no –confesó Sakura sonrojada.
-Las Navidades es una época única que estrecha los vínculos de las personas –dijo colocando la última prenda de ropa en la maleta- Sasuke y tú terminaréis por estar juntos, ya lo verás –dijo cogiéndo las manos de Sakura entre las suyas- No te preocupes. Ambos os gustáis, eso salta a simple vista. Sólo necesitáis el sitio y el momento justos para congeniar el uno con el otro, y ya está. El amor lo arregla todo –terminó dicendo mientras le guiñaba el ojo.
Sakura se la quedó viendo sorprendida durante unos momentos, pero al percibir el sentimiento de ánimo de su amiga, sonrió agradecida- Arigatou gosaimasu, Hinata –agradeció sonriente.
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La casa era preciosa. Grande y con ventanales para poder observar el precioso paisaje nevado del exterior. Tenía una mezcla de estilos, tanto oriental como occidental, que le daba un toque rústico y moderno a la vez.
Cuando Sasuke y Sakura llegaron, Naruto e Hinata los estaban esperando en la puerta para recibirlos. Ya estaban allí los padres de Sakura y de Hinata, y puesto que los padres de Sasuke venían con ellos, ya no faltaba nadie. Itachi y Kohana no habían ido aquella vez porque ese año les tocaba pasar las Navidades con los padres de ella. El año pasado las pasaron aquí e incluso William y Misao, los padres de Kohana, vinieron con ellos. Pain y Konan, también invitados (por motivos obvios), llegarían el 25 de diciembre, el día de Navidad, es decir, la mañana siguiente.
Kushina, amablemente, les enseñó sus habitaciones y después les dejó a cargo a su esposo y a su hijo que le enseñaran la casa a Sakura (Sasuke había ido allí más veces de pequeño). ¡Era enorme! Había habitaciones por doquier y todo lo que se pudiera imaginar para el entretenimiento. Orus corría de un lado a otro, emocionado de estar en una casa tan grande que le permitiera moverse sin necesidad de salir fuera. ¡Incluso tenía una habitación propia! Shouta dormiría en una habitación contigua a la de Sakura, donde habían instalado la cuna de viaje y todas sus pertenencias.
Era 24 de diciembre y, antes de cenar, todos se reunieron en el gran salón para hablar y pasar tiempo juntos. La chimenea estaba encendida y el olor a leña quemada tranquilizaba a todos en la sala. Fuera nevaba y por los grandes ventanales se podía observar el paisaje blanco que había en el exterior.
-¿Ya habéis decidido la fecha de la boda? –preguntó cariñosamente Honoka, la madre de Hinata.
-Sí –afirmó sonriente Naruto- Pensamos que podría estar bien el 9 de julio. Es sábado y el verano ya habrá comenzado, además de que ya estaríamos de vacaciones –dijo mirando a todos a su alrededor.
-Me parece bien. Es una fecha bonita –aceptó Kushina.
-Muy soleada, sí –afirmó Mikoto.
Y así, después de la aceptación de los presentes, las madres se metieron en la cocina para ultimar la cena mientras que los demás ayudaban a poner la mesa.
La cena pasó en un ambiente lleno de alegría y risas. Pero todo el mundo se sorprendió al no escuchar ninguna discusión por parte del pelinegro y la pelirrosa… ¡Incluso se habían sentado juntos! Notaron que se miraban de otra manera, más amable y cariñosa, se hablaban con confianza y respeto, bromeaban y reían juntos como si fueran amigos de toda la vida, y no parecía que estuvieran actuando. Los padres de Sakura y Sasuke se miraron felices ante la perspectiva de que pronto fueran una única familia.
-¡Mirad lo que he encontrado! –exclamó Minato entrando con un gorro de Papá Noël con luces puesto en la cabeza y una caja en los brazos.
-Ya empezamos… -murmuró Fugaku con los ojos en blanco. Su relación con el rubio mayor era muy similar a la que su hijo y Naruto mantenían.
-Parece que Shou-chan quiere uno –dijo Hanako, la madre de Sakura.
-¡Goro, goro! –decía Shouta con una sonrisa iluminándole la cara.
-¡Ahora mismo, pequeño! –contestó Minato cogiendo el gorro más pequeño que encontró en la caja y después poniéndoselo en la cabeza. Shouta aplaudió contento.
-Venga, poneos todos un gorro y hagámonos una foto juntos –dijo Taro, el padre de Sakura.
Fugaku y Hiashi, el padre de Hinata, se miraron indignados. Ninguno de ellos quería ponerse uno de esos gorros estúpidos y parecía que Sasuke, al otro lado de la mesa, tampoco estaba muy dispuesto. Pero cada una de las mujeres (Mikoto, Honoka y Sakura, respectivamente) cogió un gorro y se lo puso a regañadientes a su acompañante. Hasta Orus tuvo un gorrito con los cuernos de un reno, al igual que Sakura e Hinata. Todos los demás tenían el típico gorro de Papá Noël, unos menos decorados que otros, como Sasuke que tenía el típico rojo con la bola blanca. Se pusieron delante del ventanal para hacerse la foto, todos con una sonrisa en la cara.
Después llegó el turno de los villancicos. Shouta tarareaba efusivamente mientras escuchaba a los mayores cantar. Cantaron hasta que no pudieron más y Shouta comenzó a rascarse la orejita y a bostezar. Entonces ese fue el momento en que todos supieron que ya era la hora de dormir. Quedaron en darse los regalos a la mañana siguiente, consistiendo el juego en que, durante la noche, todos fueran dejando sus regalos debajo del gran árbol de Navidad que había en el centro de la sala. Así por la mañana se encontraran con todos ellos colocados allí.
Sakura se metió en la habitación de Shouta para quedarlo dormido completamente, mientras que Sasuke estaba haciendo un poco de tiempo en su habitación para poder bajar a dejar los regalos sin encontrarse a nadie.
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Sakura le deseó buenas noches a Shouta con un beso en la mejilla y salió de la habitación. El pasillo estaba en silencio y a oscuras. Escuchó la respiración de Orus en la pequeña habitación de enfrente, donde estaba su camita, pero no escuchó nada más. Entró en su habitación y salió de ella segundos más tarde con los regalos en los brazos y con el pijama ya puesto.
Bajó las escaleras de puntillas, para no hacer ruido y se escabulló en el salón. El árbol estaba iluminado y debajo de él se podían ver algunos regalos que ya habían dejado. La chimenea seguía encendida pero su fuego era más débil que antes. Se fue acercando silenciosamente al centro de la sala y al llegar fue dejando los regalos uno por uno en la alfombra que había debajo del árbol.
Cuando iba a dejar su último regalo, el de Sasuke, sintió que alguien se movía al otro lado del árbol. ¿Llevaban ya un rato aquí y ninguno de los dos se habían dado cuenta de que no estaban solos? A Sakura le dio curiosidad ver con quien había coincidido y rodeó el árbol. Cual fue su sorpresa que se encontró allí agachado debajo del árbol a Sasuke con un pequeño paquete en las manos.
-¿Sasuke? –preguntó Sakura extrañada.
El pelinegro se quedó paralizado al escuchar aquella voz que tanto conocía. No se había dado cuenta que alguien más había entrado en el salón, quizá porque estaba tan concentrado en pensar en dejar allí el regalo para Sakura o entregárselo en privado.
-¡Sakura! –se sobresaltó. Después, bajando la voz preguntó-: ¿Qué haces aquí? –soltó sin pensar.
-Um, ¿dejar los regalos, tal vez? –preguntó irónicamente enseñándole el único paquete que tenía en la mano: el regalo de Sasuke.
-Sí, es verdad, yo… también –respondió sin saber qué decir, enseñándole también el paquete que tenía en la mano: el regalo de Sakura.
La pelirrrosa no pudo aguantar la risa. Se le notaba tan nervioso y poco centrado, que nunca pensaría verlo así en la vida. De hecho, no lo había visto así hasta ahora. Sasuke frunció levemente el ceño y desvió la vista. Nunca le había gustado que se rieran de él y menos Sakura.
-Bueno, ya vale, ¿no? Sólo me has cogido desprevenido y me he sorprendido, ¿de acuerdo? –dijo un tanto fastidiado por la situación.
-Sí, sí, no te preocupes… -respondió Sakura limpiándose las lágrimas- Pero es que es la primera vez que te veo así… así tan… tan niño, como ocultando lo que estás haciendo –terminó de decirle mientras le sonreía dulcemente.
-Hmp –su monosílabo salió automáticamente, aunque su ceño ya no estaba fruncido- Sakura… -comenzó a decir después de unos segundos de silencio.
Sakura le miró- ¿Quieres que nos demos nuestros regalos? –preguntó ilusionada.
-¿Ahora? Pero, ¿y los demás? –respondió sorprendido Sasuke.
-Ya se los daremos mañana, total, son las 3 de la mañana, ¡ya es Navidad! –contestó Sakura cogiéndole de la mano.
-Está bien –dijo Sasuke sonrojándose. Su oportunidad estaba allí- ¿Pero qué pasa si no te he comprado nada? –preguntó en tono de broma.
-Pues te quedas sin regalo, tú veras –dijo traviesa enseñándole el envoltorio del paquete que llevaba en la mano. En él estaba pegada una etiqueta en la que ponía: “Sasuke”.
-¿Ese es mi regalo? –preguntó intrigado.
-Síp, y debo suponer que ese es el mío –dijo señalando con la cabeza el paquete que el pelinegro llevaba en la mano. En él se veía escrita una S y una A acontinuación. Sasuke hizo un gesto que lo delató- Lo sabía, no eres tan malo como para no comprarme un regalo –afirmó Sakura llevándole hasta el sofá que estaba delante de la chimenea.
-¡Empiezo yo! –exclamó Sakura en tono bajo pero ilusionado. Acto seguido, le tendió el paquete a Sasuke con un leve rubor en sus mejillas- Espero que te guste –deseó sonriéndole.
Sasuke lo recibió de buena gana, con agradecimiento en la mirada. Lo observó: era de un tamaño mediano, rectángular y de un grosor fino. Lo empezó a abrir y cuando terminó de desenvolverlo se encontró con uno de esos marcos electrónicos en los cuales podías meter fotos desde tu ordenador y tu cámara. Sakura se acercó un momento, le dio a un botón y la pantalla se encendió, mostrando una divertida foto de Shouta, Sakura y él, en el baño. El pelinegro reconoció con nostalgia el momento en que se hizo la foto: la primera vez que bañaron al pequeño. Sasuke fue pasando una a una las fotos, sonriendo cada vez más ante los buenos recuerdos que pasaban delante de él: fotos con Naruto, Hinata, Itachi, Kohana, Kenta, sus padres, los padres de Sakura, una o dos con Orus, Pain y Konan, y hasta Juugo, Chiharu y Sasori. Pero no le molestó porque en cada una de las fotos todo el mundo estaba sonriendo y feliz. Pensaba que ya se habían acabado pero se fijó en que quedaban unas pocas más: todas ellas de Sakura y él, juntos. Sasuke levantó la mirada, conmovido, y se encontró con los intensos ojos esmeralda de Sakura, mirándole cariñosamente.
-Feliz Navidad, Sasuke –felicitó suavemente.
-Muchas gracias –agradeció casi sin voz, apretando dulcemente la mano de Sakura en la suya.
-A decir verdad, es un regalo de parte de Shou-chan y mía. Ya que la última vez que fui a tu despacho no había ninguna foto de tu familia ni nada de eso, pues decidí comprarte uno de esos para que pudieras tenerlas todas en una. Shouta eligió algunas, casi todas en las que salimos los tres, y bueno, yo añadí algunas más y… las del final también –dijo sonrojándose- No estaba muy segura de ponerlas, ya que bueno yo no soy… bueno, tú ya me entiendes… Sería un poco desconsiderado de mi parte acoplarme en tu familia y, bueno, puedes quitarlas si quieres o si no… -trataba de explicar nerviosamente, pero fue interrumpida por los labios de Sasuke.
Sakura sintió la necesidad en los labios del pelinegro, como si le pidieran que parara de hablar y le dejase besarla. Pero justo cuando iba a concederle su pedido, los labios de Sasuke la liberaron, siendo así atrapada de nuevo, ahora por sus profundos ojos ónices.
-Calla y ábrelo –susurró contra los labios de la pelirrosa.
Sakura miró distraidamente hacia abajo, donde Sasuke había dejado en una de sus palmas el pequeño paquete rectangular con su nombre en él. Todavía con la cabeza nublada por el beso, Sakura comenzó a abrirlo lentamente hasta que en su interior encontró un estuche de piel negro de terciopelo. Sasuke notó como le temblaban las manos a la chica y sonrió triunfal. Había conseguido que Sakura se emocionase. Sakura fue abriendo con cuidado el estuche, con miedo y emoción por saber lo que había ahí dentro… La tapa se terminó de abrir con un “tap” y el tesoro se descubrió.
-¡Oh! –esclamó Sakura llevándose una mano a la boca, acto reflejo de la sorpresa que sentía.
Era un hermoso y elegante collar, que consistía en una fina cadena de plata y un pequeño colgante en forma de flor compuesta por esmeraldas y alejandritas (piedra preciosa de color rosado), y rodeada de diminutos rubíes y diamantes.
-Oh… Sasuke… -murmuró Sakura al borde de las lágrimas.
-¿Te gusta? –preguntó limpiándole algunas lágrimas que habían comenzado a salir.
-Yo… yo no puedo aceptarlo… es… esto es demasiado… yo no… -decía demasiado emocionada, negando con la cabeza una y otra vez, pero de nuevo fue interrumpida por los labios del pelinegro. Esta vez duró poco y Sasuke quedó apoyada su frente contra la de ella.
-Molestia –dijo sonriéndole dulcemente. Sakura seguía suspirando y sollozando, ni siquiera parecía que le hubiera escuchado. El pelinegro cogió delicadamente el collar y lo acercó al cuello de Sakura.
-Sasuke, ¿qué haces? No –se resistía Sakura entre los brazos del chico.
-Ya está. Perfecto –dijo con aprobación cuando terminó de abrochárselo.
-¿Por qué? –preguntó cabizbaja Sakura.
-¿Qué por qué? ¿Me preguntás por qué? Sin ni siquiera darme las gracias ni nada. En verdad que eres una molestia –suspiró con cansancio.
-Yo… Gomen y arigatou –dijo Sakura un tanto cohibida.
Sasuke la miró por unos instantes, pensando en qué hacer con ella. Era un caso perdido. La rodeó en un abrazo cálido y protector.
-En serio, Sakura… Me está costando mucho hacer esto bien y llegas tú con tu bondaz, honradez y tozudería, y lo estropeas… Primero me dices que no eres mi familia, como si no lo merecieras. Después no aceptas mi regalo por lo mismo. Pues sabes qué: que estás equivocada en todo porque para mí eres mi familia y tú te mereces todo, incluso más que ese collar. ¿Por qué? Porque te quiero.
Sakura se quedó inmóvil. ¿Había escuchado bien? Te quiero. Aquellas dos palabras, las que hacía tanto que quería oir, ahora se hacían presentes en sus oídos. Dichas por aquella perfecta boca que tanto le gustaba besar; dichas por aquel hombre al que hacía tiempo no había dejado de querer…
-¿Me… quieres? –preguntó entrecortadamente levantando la vista.
-Hmp, sí, ¿no lo has escuchado? No lo voy a volver a repetir, así que… Es demasiado vergonzoso –afirmó sonrojado desviando la mirada avergonzado. Después la volvió a mirar, observando que estaba demasiado sorprendida como para creérselo- Molestia –la llamó, haciendo que despertase de su sorpresa. Levantó la mano para acariciarle la mejilla- Te quiero –volvió a repetir con una cálida sonrisa.
Lo último que pudo ver antes de que ambos se besaran, fue la radiante y preciosa sonrisa de Sakura.
Una pena que sus ojos no fueran una cámara: hubiera querido tener aquel angelical rostro sonriéndole todas las mañanas en su despacho.
¿Pero qué hay mejor que la memoria y la vista para sentir, ver y recordar esa sonrisa tan especial por el resto de tu vida?
Sólo eso.
Sólo una sonrisa para saber que ella también le quería.
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